Carles Armengol, escritor y entusiasta de la gastronomía, nos ofrece su visión sobre cómo encaró su soledad, preparándose una cena romántica para uno. Lo que una vez fue una cena forzada por circunstancias solitarias se transformó en una celebración de la autonomía y la autoindulgencia. Aquí tenemos su cuidadosamente compuesto menú de tres platos y su experiencia en la realización de estos.

El Entrante – Ensalada César

Armengol optó por una ensalada César, un clásico universal. Debido a que la interacción y descubrimiento de ingredientes es vital en esta receta, se convirtió en una experiencia culinaria muy personal. Combinando los ingredientes y saboreando el resultado, Carles pudo iniciar su cena con un toque de frescura y elegancia.

El Plato Principal – Risotto

El plato principal fue un desafío. Armengol decidió preparar un risotto. Este plato italiano requiere paciencia y precisión, lo que le permitió centrarse en el acto de cocinar en lugar de en su soledad. El proceso meditativo de revolver constantemente el arroz mientras se cocina permitió a Carles centrarse en el presente, saboreando cada instante.

Postre – Pudin de Chocolate

Para finalizar, Carles eligió un pudin de chocolate. Este postre, aunque puede parecer simple, ofrece mucho espacio para la creatividad. Decidir cuánto cacao utilizar, cuánto tiempo dejarlo en el horno, fueron decisiones que tuvo que tomar y que le hicieron valorar su independencia.

El Brindis Solitario

Y cómo no, un buen vino para maridar. Un brindis por uno mismo, por la valentía de enfrentar nuestros miedos y abrazar la soledad. Un buen vino para maridar la comida, pero también los sentimientos.

Cena Romántica Para Uno

La cena de Armengol se convirtió en algo más que un evento de comida. Fue un experimento en la solución de problemas, la autosuficiencia y la autoaceptación. Nos enseña que la soledad no es necesariamente una experiencia negativa.  Puede ser una oportunidad para probar nuestras habilidades y aprender más sobre nosotros mismos. En última instancia, la comida de Carles se transformó en un festejo de la soledad y de su propia compañía